domingo, 27 de mayo de 2012

Capítulo 68



"Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente su orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, las esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentía balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias."
Rayuela, Julio Cortázar (1963)


Ya hablamos de fonosimbolismo en la primera entrada de la sección “Cuerpo”. El texto que nos ocupa, presenta un caso muy relacionado con este fenómeno.

Para este capítulo de Rayuela, Julio Cortázar inventó el “glíglico”, un lenguaje musical. Un lenguaje musical es aquél que “pretende comunicar un significado por medio del sonido de sus sílabas y el ritmo de su escandido –su prosodia–, sin prescindir totalmente de una armazón sintáctica lógica.” ¹

La motivación central de escribir en “glíglico” es que obliga al lector a completar el significado del texto. El lector asigna significaciones a las palabras para obtener una interpretación global que dependerá, en parte, de la psicología de cada uno. ² Así, el lector se convierte también en autor, implicándose activamente en la construcción de significado del texto. Su participación intensifica el efecto que percibe del texto.

Por un lado, es un ejemplo de la “cooperación interpretativa” descrita por Umberto Eco, quien rompe la idea de emisor-receptor y la sustituye por el paradigma de “las estrategias”. Este esquema consiste en la lucha entre la estrategia del autor -dada por el autor empírico- y la estrategia del lector -dada por el lector empírico-. Este último, debe que cooperar con el texto para poder interpretar. Sin embargo, en este caso se trata de vocablos inventados. Siendo así, el lector no puede aplicar su enciclopedia mental de competencias ya que no encontrará acepciones a esos términos (aunque puedan a asimilarse a vocablos en lengua española).  

Por otra parte, son palabras en un plano más connotativo que denotativo. Así pues, el mecanismo se asemeja también a la semiología de Roland Barthes, en que cada lector decodifica connotaciones en dependencia de su ideología. Su tesis se acerca más al plano psicológico al que quiere recurrir Cortázar.

De hecho, existe un nombre para estas palabras que no poseen significado pero sí un sonido melódico y rítmico. Se trata de jitanjáforas. ³ En muchos casos, las jitanjáforas surgen espontáneamente. A menudo se crean nuevas palabras para expresar cariño, son un ejemplo las canciones de cuna. Caben muchas interpretaciones, pero está muy difundida la de que, en este caso, las jitanjáforas se usan para expresar un encuentro sexual entre un hombre y una mujer.

Y es que, Cortázar debió encontrarse con la romántica problemática de la insuficiencia del lenguaje para expresar sentimientos. ¿Cuántas veces se han descrito encuentros pasionales hasta desgastar las palabras que los han narrado? Se topó con la misma frustración que Bécquer cuando decía que “las imágenes más bellas, se empequeñecen al encerrarse en el ‘círculo de hierro’ de la palabra”. Bécquer intentó que sus palabras sugirieran algo del mundo interior que quería transmitir.  Cortázar en cambio, se adelanta un paso y, en un ejercicio de talento como es este capítulo, ofrece palabras de nueva creación.


Esperamos que este capítulo os haya despertado el gusanillo de devorar todo el libro, os lo recomendamos.

Café con hielo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario